Cuadro pintado por el Artista Roland Ramirez (operaludica@gmail.com)

sábado, 23 de marzo de 2019

OCTAVO PECADO - LA VANAGLORIA

Siete fueron llamados pecados capitales,
número religioso, poético y misterioso,
regente y guía cabalística de mortales,
 heptasílabo mágico de un celestial verso,
rimado entre demiurgos y constelaciones
Ley Divina que rige El Universo,
entre sin fin de estrellas y pasiones.

La magia está en cada brote de pecado capital,
nacido igualmente del instinto y del tendón,
retoño de virtud triunfante sobre el mal,
yema visceral del bien, matriz del perdón.

Siete son los pecados, siete las virtudes,
aunque asusten como pecados capitales,
alejando rectitudes, acercando inquietudes
son intrascendentes, son veniales;
dogma pentasílabica escrita por mortales.

Los veniales no tienen poder de vuelo,
solo son pretenciosos de cerrar el cielo,
presumen murmurando con el viento,
asustan al hombre creándole un recelo,
resentimiento cruel, antesala del tormento.

Soberbia, lujuria, gula y avaricia,
envidia, ira y pereza,
las 4 y las 3 son una desgracia,
las primeras glorifican la impureza,
las segundas claman por la pobreza.

Los y las siete en sí tienen el perdón,
pero pobre hombre entregado
a la ignorancia, fanatismo y ambición,
tres gigantes más grandes que el pecado,
porque solos y unidos son VANAGLORIA,
el octavo pecado muy bien disfrazado,
sin expiación de doctos ni jaculatoria.


Vicio inmundo, VANAGLORIA  olvidada
por los reproches del Santo de Aquino,
 juez de la naturaleza humana inclinada,
por los instintos propios del  inquilino,
que desbordados o apaciguados,
son inclinaciones liados con pecados.

El vicio no es inmundo;
viciado es el inquilino,
de mal más profundo
generador de un desatino,
imposible para el confesor,
que espía y condena al pecador.

Olvidar la naturaleza humana es la equivocación,
porque el hombre nace libre de toda ambición,
pero la enseñanza equívoca induce al fanatismo,
igual que la ignorancia conduce a lo mismo.

Conducir con el miedo
señalando con el dedo,
induce al fanatismo,
hace del hombre ignorante,
una comedia, un espejismo,
un ambicioso, un farsante.
Pero ¡Ojo! ¡Cuidado!
un instinto desbordado,
es más fuerte que el propio Santo Tomás,
que bajo sus enseres escondía algo más;
y
posiblemente por sumisión y conveniencia,
olvidó realidad humana, su ego y conciencia;
dejando en el tintero por error o desconocimiento,
que voluntad y libre albedrío son contenidos humanos,
para fortalecer el espíritu superando los padecimientos
nacidos con todos los hombre piadosos o paganos.

El albedrío lo entrega el hombre cuando pierde la voluntad,
anegado por ignorancia, resentimientos y equivocaciones,
pretencioso por eximirse y acercarse a “lontana” Divinidad.
Excusando sus errores con manipuladas y asiduas confesiones,
busca contiguas soluciones  pretendiendo expiar bajas pasiones;
naturales y disfrutadas por los paganos indolentes,
disfrazadas y negadas por los beatones creyentes.

Un hombre sin voluntad no tiene libre albedrío,
nació con él, pero la ignorancia lo despojó;
no por apóstata o por impío;
nació con él, pero la ambición le arrebató,
no por avaro, lujurioso o iracundo,
sino por ese estado más profundo,
hijo de la soberbia y del fanatismo,
obligado a nacer como pecador,
forzado al agua y la sal del bautismo,
acusado de “Caín” ante su Creador.

¿Quién te acusa cainita penitente?
¿Un justo, una ordenanza, una secta?
¿Un iconoclasta o un inocente?
¿Una imposición o una orden directa?

El libre albedrío está coaccionado,
las facultades volitivas fueron saqueadas,
el impulso de la voluntad está aterrorizado.
la razón, la libertad parecen unidades fracasadas.

El asunto de los pecados capitales,
dime tú si los 7 deslices, Santo Timorato,
si son juego demoniacos o asuntos de mortales,
una Nueva Ley o acaso el Treceavo  mandato.

Tal vez - ¿yo pregunto?- si estos deslices,
no fueron capitalizados para hacer infelices,
a todos los hombres libres,
de usanzas y humanas costumbres,
por el miedo aterrorizados
para dejarlos paralizados,
en las oscuridades de un Templo,
donde el diácono no da el ejemplo,
haciendo de la SOBERBIA un señalamiento,
predicando en contra de su viejo tormento,
ajusticiado por carencia de la HUMILDAD,
que estalla profundamente en la AVARICIA,
de mantos áureos tejidos sin GENEROSIDAD;
voracidad, avidez que precede a la LUJURIA,
pretendiendo disfrazar de CASTIDAD;
encendiendo la IRA legítima y espuria,
de quien hace de la mentira la PACIENCIA,
y con la GULA muestra su insana bestialidad;
porque la escasez de moderación y TEMPLANZA,
genera ENVIDIA por falta de CARIDAD;
desazón del corazón de la pobreza,
el mal parto de la PEREZA
sin  DILIGENCIA ni laboriosidad.

Todos los deslices juntos o separados,
capitalizan errores mal llamados pecados,
unificados e inconfesos por la Sacra Memoria
obviando cruel patraña de la propia VANAGLORIA.

Fuente: Comp Carlos Gmo Vargas Fernández. Costa Rica.

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